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+ JULIO SANCHEZ

 

El Pentagrama es una estrella de cinco puntas que se dibuja con una línea continua e infinita. En la tradición de la geometría sagrada representa la perfección y la plenitud, los cuatro elementos más la espiritualidad. Si el Pentagrama está encerrado dentro de un círculo (símbolo de lo Celestial) se denomina Pentáculo, y alude a la unión de todos los aspectos del hombre, del cuerpo con la mente, de lo espiritual con lo profano. Su origen es desconocido y se lo encuentra -hace más de 4.000 años- en diferentes culturas y en distintas geografías.

 

El Pentagrama entero representa al ser humano; la punta superior es la cabeza y las cuatro restantes, las extremidades. La punta izquierda superior representa la Tierra, la madre, la seguridad, el crecimiento, el alimento; todo aquello la Madre Tierra proporciona para nosotros. La punta superior derecha representa al Aire, la mente, el raciocinio, el pensamiento, la inteligencia; permite que examinemos el espíritu. La punta inferior izquierda representa el Fuego, el ímpetu, la pasión, la emoción; aquello que puede vencer a la razón. La punta  inferior derecha es el elemento Agua que representa el ciclo de la vida, la emoción que acompaña al entendimiento; es el elemento que calma el fuego. La punta superior representa el alma, el amor espiritual, la supremacía del espíritu sobre el cuerpo, el espíritu en relación con los cuatro elementos y su poder sobre todo lo demás. Si la punta del Pentáculo está hacia arriba alude a la supremacía del espíritu sobre el cuerpo; si está hacia abajo, es la supremacía del deseo físico por encima de la espiritualidad.

 

Cinco artistas fueron convocados para elegir una punta del Pentáculo. Febe de Felipe optó por el Fuego; Analía Zalazar, por la Tierra; Nancy Bensignor, por el Aire; Gabriela Fernández por el Agua; y Alejandro Ongay por el Quinto Elemento. Cada uno expone sus obras por su lado; y a la vez, cada uno pintó un triángulo para crear en forma conjunta la figura de un gran Pentáculo. A la diferencia de propuestas, poéticas e imágenes se suma una obra común que pone en evidencia lo que no parece posible, la convivencia de personalidades disímiles que construyen y recuperan un antiguo símbolo. En esta reunión de cinco artistas, no hay otra pretensión que esta: señalar que con una mirada más abarcadora y rescatando la tradición simbólica, es posible sentirse más cerca del otro.

 

Julio Sánchez

 

 

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